Probablemente estas sean las exhortaciones más importantes, que cualquier médico, no sólo el psiquiatra, pueda hacernos para mejorar o mantener nuestra salud general.
Como todo el mundo sabe, cuerpo y mente están unidas y no se conciben la una sin la otra, de tal manera que nuestro bienestar mental depende de nuestro bienestar físico y viceversa. Pero si hubiese que elegir tres actividades fundamentales sin las cuales no pudiésemos vivir, éstas serían las funciones de nutrición, sueño y ejercicio. Parece muy evidente, sin embargo, en la dura sociedad postindustrial en que vivimos las obviamos muy a menudo. En su lugar, desarrollamos malos hábitos que favorecen los trastornos alimenticios, alteran nuestro sueño y procuran el sedentarismo.
Comida nutritiva
Yo me he criado en un hogar español tradicional, con todo lo que eso implica a la hora de saber valorar la dieta mediterránea y tener buenos hábitos de comidas: en mi casa, siempre puntual, con uso de alimentos frescos, reunida con la familia y cocinada por mi abuelita. Situación que cambió notablemente en el momento en que abandoné mi hogar para estudiar en la universidad. La impuntualidad, las comidas precocinadas, la soledad y la pereza me han llevado a comer mal y alimentarme peor, no sé si me entienden. Aunque, en mi caso bipolar, tengo temporadas amables de abril a junio en las que mi nutrición y mis hábitos son envidiables, alternadas con desequilibrios anímicos, que repercuten negativamente en todo lo que hago y en el abandono los buenos propósitos en la mesa.

El tipo de vida sedentario, tecnificado y postindustrial favorece los malos hábitos alimenticios. Los platos precocinados, los azúcares, la sal, los aditivos artificiales, etc., sólo redundan en hacernos aparentemente más fácil y sabroso de engullir lo que, en principio, es grato de por sí: la comida. ¿Cómo se ha producido el cambio de hábitos alimenticios? Obviamente el quid de la cuestión se encuentra en un cambio de sociedad, que no por estar más tecnificada es más sana.
Sin entrar en polémicas sobre nuestro modelo social, es obvio que aquellas personas que están concienciadas sobre su alimentación y guardan los buenos hábitos tienen una gran ventaja sobre las que comemos mal. Y el cuerpo lo nota inmediatamente en todos los aspectos: entrando como estoy en mi fase anual de bienestar, empiezo a comer mejor, adelgazar unos kilos, notar las mejoras en mi piel y sentirme anímicamente motivada. Por eso, todos los años me propongo que esta etapa dure lo máximo posible y, en caso de no poder cumplir con todo, al menos mantener los horarios de comidas y los alimentos frescos en mi refrigerador.
Como es obvio, lo ideal sería mantener la buena nutrición todo el año, pero tenemos que contar con nuestras afecciones mentales y cómo influyen sobre nuestras rutinas alimentarias y viceversa. Si somos lo que comemos, pregúntate cómo de desequilibrada está tu vida y si esto tiene su correlato sobre cómo te alimentas. Si quieres mejorar tu salud mental, empieza por lo más elemental: comer bien.
Sueño reparador
Siguiendo con las exhortaciones a una vida sana, ¿qué tal andas de sueño? Yo necesito de mi medicación para conciliarlo y no siempre es reparador. Me despierto sobre las cuatro de la mañana y tardo en volverme a dormir, pero siempre intento dormir entre siete u ocho horas.

Lo ideal, en cada caso, es dormir las horas necesarias según el individuo. Los especialistas reconocen tres tipos de personas, según sus ciclos de sueño: las que necesitan dormir entre cinco y seis horas, las que necesitamos entre siete y ocho, y las que duermen más de ocho horas. Por otro lado, hay quien es diurno (alondras) y quien prefiere la noche (búhos). Tengas la afección mental que tengas, primero aprende a identificar tu tipo de sueño y después ajusta tus horarios y rutinas nocturnas a los mismos. Y lo más importante, al igual que a la hora de comer, mantén la puntualidad como un hábito.
Lucha contra el sedentarismo
Mantenernos activos es fundamental para quemar el cortisol sobrante y no sentirnos constantemente agotados. Una hora al día de paseo a buen ritmo hace milagros. Ayuda a rebajar la ansiedad, permite el contacto con el sol y con nuestro entorno, supone un ejercicio amable que nos desentumece cuerpo y mente, mejora la circulación sanguínea y nos obliga a salir de casa. Si es en compañía, mejor que solo.

Ya sabemos que la vida de muchos enfermos mentales transcurre en casa, delante del televisor y atiborrándose de todo lo que tenga a mano, haciendo caso omiso de cualquier estímulo para moverse. Por eso andar es un ejercicio sencillo, que se plantea como una buena propuesta para estimular cuerpo y mente. Quien tenga la fortuna de asistir al gimnasio o practicar un deporte, conoce las bondades del ejercicio físico, pero, para todos aquellos que no estén dispuestos o no puedan permitírselo, andar es el ejercicio ideal y además es gratis.
Elige una ruta de 30-60 minutos y selecciona una música acorde con este ejercicio y tu paseo se hará más amable. En principio, puedes practicarlo cuando quieras, pero se recomienda la franja de la mañana a la sobremesa, frente a la tarde-noche, ya que hace ejercicio supone activar todo: cuerpo y mente, y no es recomendable que el ejercicio físico entorpezca el sueño por un exceso de actividad. Yo personalmente lo hago por la mañana temprano, para empezar el día activa y con energía, y escojo rutas de 40 a 60 minutos (porque no siempre estoy con suficiente energía para hacer el mismo trayecto), que sean poco frecuentadas. Hacerlo en silencio, cuando estoy sobrecargada, me ayuda a tranquilizarme; amenizarlo con música me anima si estoy baja de ánimo. Pero nunca desisto.
Las claves para vivir mejor
En resumidas cuentas y aunque suene como un mantra, comer, dormir y hacer ejercicio físico son las claves más elementales que vertebran la vida de toda persona. Sobre éstas se cimenta nuestra estabilidad y salud física y mental. Por eso, si quieres poner a punto tu mente, no te olvides de tu cuerpo y de la máxima sicosomática de que todo lo que le hagas a uno de los dos, se lo estarás haciendo al otro.
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